LA ALMEJA TATEMADA, TRADICIÓN INDIGENA

LA ALMEJA TATEMADA, TRADICIÓN INDIGENA

Por: MC Alejandro Telechea 

Las primeras sociedades (Pericúes, Guaycuras y Cochimíes) que hicieron de la península de California su hábitat se caracterizaron por una alta movilidad sobre una amplia región; es decir, su desplazamiento dependía de los ciclos de productividad de la naturaleza así como al movimiento de sus presas. 

Las primeras sociedades de la Península de California Pericúes, Guaycuras y Cochimíes.

Esto les permitió desarrollar un extenso conocimiento sobre los recursos que poseían sus espacios de recorridos y en esta misma medida implementar técnicas e instrumentos para el mejor aprovechamiento de los recursos que la naturaleza californiana les ofrecía. 

Por lo tanto podemos señalar que las poblaciones a las que hacemos referencia basaron la satisfacción de sus necesidades materiales en actividades llamadas de apropiación; es decir, recolección, caza, pesca. Siendo de éstas la más importante la recolección, mientras que las otras dos fueron complementarias, aunque no restan importancia en la alimentación de los naturales. 

En el caso específico de los recursos marinos, éstos se convirtieron en una importante alternativa de subsistencia, se ha de suponer que dada la cercanía de los litorales con respecto a cualquier punto del territorio peninsular existió la posibilidad de de que los naturales tuvieran acceso, en alguna época del año, a los alimentos de origen marino. 

De acuerdo a los trabajos arqueológicos se considera que por muchos milenios, hasta la época del contacto con los europeos, la población aborigen desarrolló técnicas particularmente eficaces para explotar los recursos marinos, como lo es la fabricación de balsas, redes y arpones con los que atrapaban diversos peces, moluscos y tortugas, además del amplio conocimiento que desarrollaron sobre el tiempo en que era más adecuado llevar a cabo la colecta de dichos productos marinos. 

Un caso específico de lo que estamos hablando es la almeja conocida como roñosa, cuya captura se realizaba sobre un rango de talla o edad determinada, esta selección se practicaba con el fin de extraer solo los organismos adultos, evitando la afectación a la población juvenil, permitiendo con ello la continuidad y dinámica poblacional. 

Lo anterior, permite deducir que los primeros nativos de la península de California de California desarrollaron un cierto conocimiento empírico sobre los medios de explotación que permitieron un aprovechamiento sostenido del recurso, asegurando su subsistencia, así como la continuación de su explotación por futuras generaciones. 

Esto se sustenta gracias a la existencia de concheros, que son milenarias acumulaciones de restos de los moluscos que sirvieron de alimento a generaciones de habitantes costeros. 

A través de sus crónicas, los misioneros jesuitas, testigos de las antiguas formas de subsistencia hasta entonces en nada o en muy poco alteradas, hacen referencia sobre las técnicas utilizadas por las poblaciones naturales de la península para la obtención y preparación de los alimentos marinos, destacando dos métodos: por cocción y percusión; el primero no solo era empleado para productos extraídos del mar; sino que éste se utilizaba tanto para vegetales como para animales terrestres. Se considera que el asado era una práctica común, tal y como lo señala el padre Juan Jacobo Baegert de que todo lo que no se comían crudo lo quemaban, chamuscaban y tostaban en la lumbre, esto ante su desconocimiento de lo que era cocinar y guisar. 

Preparación en Loreto BCS

En este sentido, el mismo misionero, de una manera muy detallada, explica el uso de este método en el cocimiento del agave o mezcal, planta que proveía generosamente de alimentación segura durante una gran parte del año, lo describe de la siguiente manera: 

“El aloe o mezcal, como lo llaman los mexicanos y los españoles, necesita más tiempo y cuesta más trabajo prepararlo. Primero, se quitan todas las pencas y luego, los cogollos tienen que estarse asando algunas horas; en seguida, los Californios los cubren con cenizas y piedras calientes y tierra. Doce o catorce horas después, al día siguiente, sacan el muerto. Entonces las cabezas de aloe, que antes estaban blancas, se han vuelto color de oro y muy tiernas”. 

Mientras que del cocimiento de los productos que extraían del mar, Miguel del Barco escribe: 

“Es verdad que los playanos comen muchas almejas, ostiones y demás especies de testáceos pero los comen en la misma playa, para lo cual hacen lumbre y en ella echan las conchas, las cuales sintiendo el fuego, se abren y en la misma concha se asa o se fríe el pez que la fabricó y así lo comen; sin llevar jamás lejos las conchas, para esta maniobra. Cuando quieren transportar a la serranía esta comida, abren en la playa las conchas, extraen de ellas la comida y la secan. Después, en sartas bien largas, que de ella forman, la llevan donde quieren; porque de esta suerte no se corrompe y dura mucho tiempo”. 

Lo que aquí describe Miguel del Barco es lo que hoy en día conocemos como la almeja tatemada, en la que probablemente se utilizaron las especies de almeja roñosa y almeja chocolata, que a pesar de la fragilidad de su concha ésta no sufría daño alguno en el proceso de la tatema, ya que las almejas eran colocadas cerca de la hoguera y no dentro de ella. 

Son realmente pocos los elementos culturales que lograron sobrevivir, ya que la vida cotidiana de los antiguos habitantes de la península comenzó a sufrir grandes modificaciones cuando éstos entraron en los planes de evangelización de la corona española. 

Si bien es cierto que este proceso significó un descalabro para las comunidades indígenas; sin embargo, no los obligó a modificar parte de sus antiguas costumbres, esto a raíz de que el sistema misional no fue capaz de proporcionarle de manera constante el alimento, de manera que los indios siguieron siendo recolectores, cazadores y pescadores.

elmurobcs@hotmail.com'

Author: Californiaenlineabcs

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