¿QUE MÁS TIENE QUE PASAR EN NUESTRO PAÍS PARA QUE DEJEMOS DE SER SOLO HABITANTES Y NOS CONVIRTAMOS EN AUTÉNTICOS CIUDADANOS?
Por Omar Castro
En más de una ocasión nos hemos preguntado, ¿Qué más tiene que pasar en nuestro país para que dejemos de ser solo habitantes y nos convirtamos en auténticos ciudadanos?
Ya los antiguos griegos y los romanos hablaban de la “politeia” o “res publica” como los asuntos públicos o del Estado. En Grecia se discutía colectivamente en el Ágora y se resolvía en consecuencia lo que era mejor para la sociedad, en este caso, ateniense.
Sin embargo, en nuestro país el nivel político de la sociedad es bajo y los asuntos de carácter público solo se discuten en un pequeño segmento de la sociedad. Esta circunstancia ha favorecido únicamente a la clase gobernante y a los dueños del dinero, toda vez que el grueso de la población, poco educada, poco informada, muy desorganizada y muy alienada, se muestra indiferente como si las cosas que le suceden son parte del destino manifiesto que nadie puede cambiar.
Tanto como decir: nací pobre y pobre he de morir; mi sino es ser avasallado, dominado, sojuzgado, oprimido, expoliado, enajenado, engañado, traicionado, y esto nada ni nadie lo puede transformar porque siempre ha sido así.
No es fortuito entonces, que el PRI haya gobernado y siga gobernando la república por más de 75 años, y en algunos de los estados, por más de 80 años, y el PAN 12 años.
Estos elementos de la idiosincrasia mexicana, han sido estudiados, y una de las conclusiones, como en el caso de El Colegio de México, refiere lo que se denomina el “Síndrome de la reciprocidad”. Es decir que, cuando en un proceso electoral el ciudadano recibe dinero, láminas, cemento, tabiques, gallinas, puercos, cabras, despensas, mandiles, paraguas, morrales, estufas, bicicletas, lavadoras, refrigeradores, tarjetas (Monex y Soriana), etc., el ciudadano automáticamente se siente moralmente obligado a corresponder y la única forma inmediata de hacerlo, es votar por sus verdugos (proveedores por única vez cada tres o cada seis años).
Así se explica que el voto duro (los que siempre votan por el mismo partido, llueva, truene o relampaguee) del PRI se encuentre en la gran masa empobrecida de la nación, y en menor proporción, en algunos sectores de la clase media baja, donde es más susceptible la compra del sufragio y donde se detona el “Síndrome de la reciprocidad”.
Menos habitantes, más ciudadanos.
Esta conversión no se da por generación espontánea aristotélica, por soplo divino o por arte de magia; influyen -para bien o para mal- la educación, la familia, la cultura, los partidos políticos, gobiernos, los medios de comunicación y la religión (que también hace política).
¿Puede cambiar la sociedad? Por supuesto.
En tanto que el interés por los asuntos públicos que impactan a la comunidad, sean conocidos, discutidos y analizados por los miembros de la colectividad, y se asuma una actitud crítica, reflexiva y pro activa.
A pesar de ello, no hemos dado el salto cualitativo que nos permita entender que los ciudadanos podemos transformar o cambiar -en la suma de conciencias y voluntades- el orden establecido o statu quo.
El México actual atraviesa por una de sus peores crisis, tanto en lo económico como en lo político y social. Por decir lo menos, un país hecho pedazos y subastado a los grandes capitales nacionales y extranjeros, a través de las reformas APROBADAS por el PRI y el PAN, y sus satélites, el Verde y el Panal. Y ya no hablemos de la crisis en Derechos Humanos y los 27 mil desaparecidos; las más de 100 mil víctimas asesinadas en hechos violentos; la pobreza en más de la mitad de la población y la inseguridad que campea en toda la nación.
¿Que más tiene que pasar en nuestro país para que alcemos la voz y abandonemos nuestra área de confort?
Dejemos de ser solo un número de INEGI y seamos más ciudadanos…