Cuando surge a la vida pública el empresario Alejandro Rojas Tirado en el municipio de Los Cabos, brotaron dudas -justificadas o no- sobre su verdadero potencial político. Al principio no le proveyeron de méritos, ni tampoco le adjudicaron los atributos suficientes que seguramente, le han llevado hoy, a la construcción de una imagen firme y una percepción colectiva extraordinariamente favorable.
Sin duda, el avance alcanzado no se ha dado por generación espontánea, sino como el resultado tangible de un trabajo por la comunidad muy serio y sobre todo solidario en beneficio de la gente, centrándose -sin ser gobierno- en colaborar y atender una parte de esas necesidades inherentes a una ciudadanía desplazada y desatendida, no obstante, los beneficios otorgados por los diversos programas sociales del actual gobierno.
Ahora bien, queda claro -como en todo- que el éxito incomoda y el crecimiento político causa cierto escozor siendo generador de envidias y detractores que llegan hasta el escarnio, como aquella negativa estrategia que utiliza recursos abyectos para denostar y difamar, utilizando como campo de batalla las populares redes sociales y como signo distintivo, la mentira.
Rojas Tirado es desde hace tiempo, un activo valioso, tiene los reflectores y la atención de las organizaciones políticas de cara a los procesos electorales venideros. Ya está en la vitrina. Ya no busca. Ya enseñó su capital en comicios pasados y con el triunfo reciente en su carácter de coordinador durante el proceso electoral para la renovación del poder judicial, dejó claro de qué está hecho.
Hoy podemos hablar del factor Rojas.