LA FIESTA DE LOS FARISEOS DE SANTA ROSALÍA, Y “EL TORO MOCHO”.
Por Mayra Z. Gorozave
La bonita y colorida celebración de Cuaresma en Santa Rosalía, conocida como la velada de Los Fariseos, tuvo su origen en 1890, cuando desde el hermano estado de Sonora llegaron a trabajar en la Compañía “El Boleo” muchos indígenas Yaquis Yoreme y junto con ellos llegaron también sus tradiciones.
Fue una de las condiciones que pusieron a la Empresa, que los dejaran celebrar esas costumbres que los habían acompañado desde tiempos ancestrales y que hasta la fecha siguen vigentes para nuestro beneplácito.
La empresa del “El Boleo”en ese tiempo recién estrenada, les prestaba todas las facilidades para que pudieran llevar a cabo estas festividades en la época de cuaresma, proporcionándoles el material necesario para construir las enramadas, donde los yaquis danzaban caracterizados como judíos en Jerusalen, portando coloridas y vistosas máscaras, al ritmo de los violines, arpas y guitarras a las que arrancaban las cadenciosas notas que caracterizan a esta celebración que es toda una tradición ya en las tierras bolerianas, celebradas en un principio en las llamadas “Barracas” que era donde habitaban estos indígenas, sitio considerado sagrado por ellos, donde no cualquiera podía entrar sin antes pedir el permiso correspondiente a su líder o patriarca.
Con el paso del tiempo, las personas originarias de nuestro estado, habitantes del pueblo de Santa Rosalía, adoptaron esas costumbres como propias y se dedicaron a preservarlas y a promoverlas, pues forman parte de ese gran mosaico de tradiciones mexicanas que nos identifican a nivel internacional como un pueblo rico en cultura, del que nos sentimos todos muy orgullosos.
Una de las personas que se enamoró de esas tradiciones sonorenses y trabajó muy duro para que no se perdieran y pudieran trascender en el tiempo, fue don Manuel Manríquez García, mejor conocido como “El Toro Mocho”.
Don Manuel era originario del bello pueblo de Mulegé, donde nació un 17 de junio de 1909. Fue hijo del señor Manuel Manríquez y de la señora Martina García, quienes a su vez eran oriundos de El Triunfo, B.C.S.
Le apodaban “Toro Mocho” porque gustaba de usar un sombrero de ala corta que le daba el aspecto de un toro y con el tiempo llegó a perder una de sus piernas.
Don Manuel (hijo) desde muy pequeño tuvo que trabajar para apoyar a su madre pues su padre quien había sido recolector y vendedor de hojalata, falleció siendo él apenas un niño.
Aprendió a muy corta edad el oficio de bolero y cuando era un jovencito, trabajó en el acarreo de aguas negras, las cuales se llevaban del pueblo a su destino, en tanques adaptados a las vías de un pequeño tren, para ser depositadas en el mar en un sitio llamado “Limantour”. Por cierto cuentan que le decían así al sitio, porque uno de los franceses de El Boleo tenía un olor corporal muy fuerte y se apellidaba Limantour, seguramente el señor no era aficionado al aseo personal como era costumbre en los europeos de aquella época, entonces la gente del pueblo bautizó así a aquel pestilente lugar.
Al ser este un trabajo poco agradable y nocivo para su salud, don Manuel decide cambiar de aires y busca trabajo como repartidor de leche en burro, la cual transportaba desde el rancho “Pozo Verde” hasta Santa Rosalía.
Posteriormente fue también almacenista y chofer, para dedicarse ya entrado en años a la venta de pescado y caguama en palancas que llevaba en hombros por todo el pueblo, y que las señoras compraban a diario para preparar los más ricos platillos que sus familias degustaban con alegría, en aquellos tiempos en que las distintas especies de peces, tortugas y moluscos abundaban en nuestros mares sudcalifornianos, y hasta el más humilde ciudadano podía degustar un delicioso plato de caguama o unos ricos abulones cocinados hasta en chorizo. Hoy solo suspiramos ante los imaginarios aromas de aquellos manjares que se han vuelto inaccesibles para nuestros bolsillos.
Lamentablemente por cuestiones de salud que lo llevaron a la amputación de una de sus piernas, don Manuel tuvo que dejar de trabajar. Tiempo después perdió también la vista.
Pero retrocediendo en el tiempo, sabemos que fue desde 1940 que don Manuel decide convertirse en “El Patriarca” o “Jefe” de las tradicionales fiestas de cuaresma del Puerto de las Playas Negras, organizándolas siempre con gran amor y entusiasmo, apoyado en todo momento por su hermano Antonio, quien desde niño fue su brazo derecho en aquellos menesteres, y quien fungía como bailarín principal de los matachines, personificando también al Venado y la Paskola.
Desde aquellos tiempos y hasta el día de hoy, la fiesta de los Fariseos en la comunidad de Santa Rosalía, es uno de los atractivos que disfrutan los turistas nacionales y extranjeros, y que se pretende preservar para siempre, como era el deseo de don Manuel y su hermano. Ambos fueron personajes muy queridos y recordados hasta hoy por mucha gente y justo es que aunque ya no estén entre nosotros, se les reconozca su labor y aportación a la cultura de nuestro bello estado.
Vaya pues hasta donde se encuentren nuestro reconocimiento y respeto.