LA EXACERBACIÓN ANTIIMPERIALISTA Y LA ENDÓGENA INDIFERENCIA
EL MURO EN LÍNEA
Por Omar Castro
La Paz, BCS.
Dos años después de la consumación de la independencia y en el año de la caída del imperio mexicano de Agustín de Iturbide (1823) ya Estados Unidos venía prefigurando lo que sería su política exterior frente a Europa y al resto de América recién independizada de España, Francia y Portugal. James Monroe, entonces presidente de Estados Unidos (1817-1825) proclamó la Doctrina que lleva su apellido, sintetizada por la frase “América para los americanos”. Tal pronunciamiento en plena decadencia del imperio napoleónico y de la reciente independencia de la mayoría de las colonias del continente americano, ha suscitado diversas interpretaciones; si se trataba de garantizar la no intromisión futura de Europa en los nuevos Estados americanos para asegurar la soberanía y la independencia continental o la América “para nosotros los americanos” como gentilicio equivalente a “nosotros los estadounidenses”, mientras que Europa se podría entretener expoliando sus nuevas colonias en África y en Asia.
Los hechos históricos comunes entre Estados Unidos y México, refuerzan la segunda interpretación; hemos sufrido dos intervenciones en 1847 y en 1914. Derivado de la primera, perdimos más de la mitad de nuestro territorio, y nuestro subdesarrollo económico, ha arrastrado a nuestro país a una sumisión política alentada desde fuera con la anuencia desde adentro. Nunca ha sido diferente, a pesar de los discursos donde los gobernantes se rasgan las vestiduras abrazando el lábaro patrio -como Juan Escutia- y hablando de dignidad y soberanía, cuando al interior del país han hecho todo lo contrario en perjuicio del interés de la nación y de su pueblo.
La única excepción que se encarna con verdadero patriotismo, es aquella del General Lázaro Cárdenas del Río, y el acto soberano de la expropiación petrolera en 1938. Muchos historiadores, cronistas y politólogos, han querido adjudicarle los mismos laureles a Adolfo López Mateos, quien hábilmente manejó la compra de los activos de las empresas de nacionalidad belga y estadounidense dedicadas a la generación y suministro de energía eléctrica en México. La compra que hizo el gobierno de López Mateos, fue cobijada por el manto de la “nacionalización de la industria eléctrica”, y detrás del telón patriotero, la realidad fue que los belgas y los estadounidenses decidieron vender sus activos, toda vez que el gobierno sostenía el control de sus tarifas. Claro que la compra fue buena para abonarle a la soberanía energética, porque igual, otras manos hubieran adquirido esos activos, y la industria eléctrica hubiese seguido bajo el control de los particulares.
Por otra parte, no coincidimos ni en un ápice con la política exterior de Estados Unidos, y ahora menos, con la política de nuevo habitante de la Casa Blanca. Sin embargo, en este momento podemos advertir que los temas que ocupan -y distraen- en todos los medios impresos y electrónicos -y en los pasillos y en la sobremesa- son precisamente las balandronadas de Trump y las reacciones tardías de Peña Nieto. Trump no es nada diferente a los anteriores presidentes republicanos ni a los anteriores mandatarios demócratas. Han intervenido directa o indirectamente en la mayoría de los países latinoamericanos y en otras partes del mundo, entrando como “Pedro por su casa”. ¿Acaso ya se olvidaron de las deportaciones de Obama? ¿Acaso no existe ya, un muro sobre la frontera? Otro muro no detendrá la migración; ni el muro de Berlín detuvo a los alemanes orientales para que miles pasaran furtivamente a la Alemania Occidental.
¿Dónde estaban los adalides mexicanos de la soberanía nacional cuando firmaron el Pacto por México, y se aprobaron las reformas laboral, educativa, fiscal, de telecomunicaciones, y la más perversa, la reforma energética, por demás entreguista y antipatriótica? ¿Y el gasolinazo? Incluso Peña Nieto recibió un reconocimiento en Estados Unidos por “bien portado” como iniciador de las citadas reformas. Asimismo, y sin conceder en las políticas de EU ¿Dónde estaba el pueblo mientras los traidores privatizaban nuestros recursos? ¿Dónde estaba ese pueblo mexicano que ahora se corta las venas frente a los vecinos del norte?
La política exterior de Estados Unidos no ha cambiado, solo se ha recrudecido con Trump, a nivel internacional y frente a México. Mientras tanto, esperemos que el nacionalismo exacerbado contra Trump, no nos haga olvidar que el enemigo del pueblo mexicano no sólo está más allá de nuestras fronteras sino que también lo tenemos en casa. El PRI, el PAN, el Verde y el Panal, votaron a favor de las reformas; y en cuanto al gasolinazo, también se les sumó el PRD, y ahora se quieran lavar la cara. Es como cuando alguien con las manos manchadas de sangre, se las quiere lavar con sangre.
El enemigo también lo tenemos en casa, y tiene varios rostros; pobreza, inseguridad, violencia, corrupción, injusticia, represión, salarios de hambre, despilfarro, privilegios, burocracia voraz, y las reformas que eliminan derechos de los trabajadores, que gravan la economía de los pobres, y que entregan nuestros recursos energéticos a los capitales privados nacionales y extranjeros. Ya lo había advertido el propio presidente López Mateos: “Pueblo de México, les devuelvo la Energía Eléctrica, que es de exclusiva propiedad de la nación, pero no se confundan, porque en años futuros algunos malos mexicanos identificados con las peores causas, intentarán por medios sutiles entregar de nuevo el petróleo y nuestros recursos a inversionistas extranjeros. Industrializar al país no implica una subasta pública de nuestros recursos naturales, ni la entrega indiscriminada del patrimonio de la Patria… El resto de las especulaciones al respecto, son traición a la Patria.”
A manera de conclusión, el llamado a la unidad nacional es correcto frente a las amenazas del poderoso vecino del norte, sin embargo, una unidad sin memoria, es darle un cheque en blanco a quienes por siempre y desde adentro, han hecho “cera y pabilo” con nuestro país.