NEWTON EN LA PAZ…
EL MURO EN LÍNEA
Noté la aproximación de Newton, cuando por la madrugada suspendieron de manera preventiva la energía eléctrica; el aire acondicionado dejó de acompañar mi sueño y desperté en una atmósfera húmeda y caliente. Me asomé por la ventana y las copas de los árboles ya empezaban a despeinarse en una danza frenética que hacía más fantasmagórico el paisaje.
Intenté reconciliar el sueño pero la ventana de hoja corrediza que va de la cadena de cierre hasta el piso, empezó a vibrar al extremo que el vidrio se combaba a punto de salir disparado hecho añicos como si detrás de él estuviera un tirador de cuchillos presto a lanzar sus dagas filosas y certeras.
Opté por bajar a la cocina, y claro, la prioridad era el café. El viento arreciaba y una lluvia fina se tendía horizontal sobre las casas, las tejavanas, los árboles y arbustos, anunciando que la fuerza del meteoro iba “in crescendo”. Los sonidos eran espectaculares; el silbido del viento, el agua que escurría por las gárgolas, el zumbido de las frondas, y el tableteo de la lluvia sobre las calaminas repujadas del cobertizo, se convirtieron en una sinfonía que se prolongaría por varias horas desde el amanecer.
Después del segundo café, no había nada qué hacer, mas que esperar a que amainara la tempestad. Estábamos aislados en términos de medios. El día anterior había visitado la librería de la UABCS, y adquirí un libro que resultó ser la primera novela del autor, luego que trabajó durante 35 años como corresponsal del primer canal de televisión de Francia y del diario Libération, cubriendo importantes acontecimientos de América Latina, Medio Oriente y África. Sobre todo en movimientos de liberación en Chile, Vietnam, Argentina, Portugal, el Sahara Occidental, El Salvador, Palestina, Israel, Líbano, Colombia, México, Venezuela y Haití.
Y ya instalado en el porche que da al patio, donde los arbustos y las palmeras se abrazaban y se separaban inclinados hacia el norte por el soplo de los cíclopes venidos desde el sur ecuatoriano, decidí abrir la novela “Lágrimas de volcán” de Jean Francois Boyer, editada bajo el sello de Ceibo, México, 2015, para acercarme a las entrañas del crimen organizado a través de uno de los carteles integrado -en la paradoja- por ex soldados de las fuerzas especiales mexicanas.
Newton, un huracán categoría I, y una novela convertida en tempestad que no ha bañado el país con el agua venida del cielo sino con la sangre vertida por decenas de miles de víctimas de delitos inconfesables.