¿QUÉ LLUEVA?
Por: Salvador Castro Iglesias
Correo electrónico: salcasis@yahoo.com.mx
EL MURO EN LÍNEA
La Paz, BCS
“Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva…”, así cantábamos cuando fuimos niños muchos de nosotros, en los tiempos en que los veranos se llenaban de nubes negras que presagiaban la lluvia esperada por todos.
Llovía poco, algunos días de cada año, pero recuerdo que siempre era una gran satisfacción recibir la bendita lluvia, los campos reverdecían, las pitahayas y ciruelas del monte (o del mogote) crecían llenas de jugos extraños pero ricas en verdad.
En cuanto se nublaba salíamos al jardín o el patio a esperarla, sintiendo en el alma de niño esa algarabía que solo sientes aquellos a los que la lluvia se les niega casi todo el año. Ver el cielo encapotado, relampagueante hacía circular la adrenalina a todo lo que daba y cuando el aire se cargaba de ese aroma de tierra mojada, sabíamos que en pocos minutos más el cielo dejaría caer esa lluvia divina.
Éramos niños, llenos de sueños e ilusiones, en los que los canales por donde el agua corría, prometían diversión con solo meter los pies en ellos, la aventura se hacía presente y corríamos a mojarnos sin importar nada más. Bendita lluvia que mojaba nuestras calles de tierra y que se llevaba hasta el infinito y más allá, los barquitos de papel cargados con sueños y aventuras.
Hoy veo llover, ya no hay barquitos de papel, solo quejas que leo en Facebook, de gentes que tal vez se volvieron adultos y a quienes importa más si se mojará la ropa, las calles estrenarán nuevos baches o se volverán intransitables, poco agradecerán las bendiciones que esta (la lluvia) traerá a nuestra reseca y calcinada tierra por el sol del verano, tal vez no vean la cara de los rancheros, curtida por el sol y los años, que calladamente agradecerán a Dios por esa bendita lluvia, que calmará la sed de sus animalitos, recargará los mantos acuíferos y les permitirá subsistir otro año más.
“La otra tarde vi llover…” cuenta la canción de Armando Manzanero, yo si vi llover y salí a mi pequeño patio para aspirar ese aroma a tierra mojada que me recuerda mis años de infancia, no vi gente correr pero si mi espíritu que se alegró por ello y di gracias a Dios por enviarnos la lluvia.
Tal vez solo sigo siendo un eterno soñador, perseguidor de recuerdos gratos, enemigo de las amarguras y quejidos, que cree todavía en cada bendición por Dios enviada.
Que si los truenos, rayos y relámpagos, bienvenidos (mientras no les caigan a alguien), que anuncien con bombo y platillo esas descargas de agua de lluvia que tanto necesitamos, que salgan los niños a caminar, correr, bailar y jugar entre el lodo y los charcos, para que así tengan al menos un grato recuerdo cuando la vida los vuelva adultos.
“Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva, los pajarillos cantan, la luna se levanta, que sí, que no, que caiga un chaparrón”
Nos leemos más adelante…